¿Te llevo la gorra?

Hoy os voy a explicar la historia de esa pregunta y qué hay detrás de ella. Hace unos meses, nos fuimos el equipo #QTENTA a su primera aventura, a correr la media maratón de la Rock&Roll Madrid, una experiencia muy intensa a nivel deportivo, pero sobre todo, humano. Ya hablé de aquel finde en este post.

Unos debutaban en la distancia, otros querían mejorar marca…y yo quería que todo el mundo cumpliera su objetivo, pero, claro, solamente podía acompañar a una persona y corrí los 21097 metros codo con codo, con Sergio, un tío extraordinario (un auténtico QTENTA) que buscaba una buena marca en un recorrido difícil.

La famosa gorra

Le fui marcando el ritmo, evitando que se lanzara en los primeros kms, clavando los pasos…estábamos llevando una carrera de manual. Hasta que allá por el km 16 la cosa se puso difícil (como suele pasar) y aparecieron los inequívocos síntomas: su centro de gravedad bajó unos centímetros, hacía levemente «la goma», no le sacaba una palabra ni a tiros, el gesto se le torcía,…vamos, que iba ya, como solemos decir, «cascado».

Le animaba, le intentaba entretener y distraer, pasamos el 17, algún segundo más lento del ritmo que estábamos clavando, pero muy bien, aunque todavía nos quedaba…

El siguiente km fue duro para él, lo noté, sabía por lo que estaba pasando, algún segundo más que se nos fue, pero todo dentro de lo normal. La meta estaba cada vez más cerca, pero todavía muy lejos, últimos 4000 metros, poco más de un cuarto de hora, pero que se hace eterno

Yo seguía animándole, «arriba esa cadera», «mira al frente», «vete relajado», «eres muy bueno»…no tenía nada claro si se iba a hundir y yo comenzaba a ponerme nervioso, pensaba…«¿Qué más puedo hacer?»

Algo podré, ¿no? Siempre se puede hacer algo, ¿no????. Le miro, sudaba a mares y llevaba media cara tapada por la gorra, los dientes apretados…y en el colmo de la impotencia por no saber cómo ayudarle, no se me ocurrió nada más que mirarle fijamente, y de la forma más seria y sincera que os podéis imaginar, como si de esa manera pudiera aliviar el castigo que llevaba encima y darle un «empujón», le dije:

«¿Te llevo la gorra?»

Como si eso consiguiera que le bajaran las pulsaciones, aumentara el ritmo o, milagrosamente, se viniera arriba.

Como si rebajar de su peso esos 30 escasos gramos de tela fueran a hacerle volar.

Como si yo le pudiera dar fuerzas…

Digo todo esto porque está muy bien que nos acompañen en entrenamientos o que nos ayudemos para cumplir las series, se hace más llevadero; que haya mucho público en las carreras, que te aplaudan o que te animen a todos nos gusta, incluso nos sentimos, por qué no decirlo, importantes, protagonistas.

Pero si vas mal, si vas jodido/a, olvídate, el público no te lleva, quien va a tu lado, por mucho que sople, no te hará ir más rápido; si has llegado bien preparado, ojo, si de verdad te has preparado, no busques fuera, busca en tu interior: ahí están las fuerzas, físicas y mentales, las que has entrenado durante tanto tiempo.

Cuando me dice alguien que sin la ayuda que le he dado no habría conseguido acabar, yo siempre contesto que hasta la fecha no he llevado a nadie en brazos, que quien ha conseguido completar ese entrenamiento o carrera, hacer esa marca o cumplir su sueño es él o ella.

Y es cierto.

Me he dado cuenta de que no soy el único que, por ejemplo, en una maratón, al contrario que la mayoría, me gusta cuando doblo una esquina y me encuentro con una interminable recta desierta y silenciosa para sentir mis pasos y mi propia voz dentro de mi cabeza animándome a seguir con fuerzas.

Concentrado:
Ni me enteré de esta foto

¿Y qué pasó con la gorra?

Sergio me miró con una mezcla de cansancio, sorpresa e incredulidad ante tal pregunta y con un mínimo movimiento de cabeza me dio a entender que no me la daba (o que me fuera a paseo, quién sabe).

No necesitaba que nadie le llevara la gorra, él tenía fuerzas para llevarla.

Al final, MMP, abrazos y risas, muchas risas

#QueTusExcusasNoTeAlcancen…¡¡¡CORRE!!!

Comentar