No me esperéis despiertos ¿Precocidad o temeridad?
1h33m en media maratón, 25 h38m para completar una ultratrail de 100 millas o o4h49m en maratón nos parecen marcas más o menos normales o, al menos, habituales.
Pero nos lo dejan de parecer cuando nos explican que están hechas por un niño de 9 años la primera, de un chico (¿o niño?) de 15 años la segunda y de una chica (¿o niña?) de 14 años la tercera y esta última, además… ¡¡¡en la Antártida!!
Cada dos por tres vuelve el debate a cuenta de alguna noticia como la de nuestro segundo protagonista, Luke Sanchez, que terminó la Javeline Jundred, una prueba de trail de 166 kms y +1800, en esas 25 horas y media.
A una edad en la que todavía los padres empiezan a pelearse con sus hijos respecto a la hora de vuelta en esas primeras salidas de fines de semana y fiestas, nuestro amigo Luke es ya un experto en pasar toda la noche fuera de casa.
Hay muchos casos, no tan extremos, pero que vemos en muchas carreras de nuestro entorno. Niños de 10 años corriendo 10K con su progenitor, a veces encantados, sí, a veces con una cara de «porque te hace ilusión a ti, pero no sabes cuánto estoy sufriendo y cuánto odio esto»…
¿Es bueno? ¿Es malo?
«¿Pero si eso lo hacen en Kenia todos los días para ir al colegio?» Ya, en una entorno cultural y social totalmente distinto. Esta imagen es muy significativa.
Lo importante aquí es que no debemos olvidar que el deporte tiene que ser fuente de salud y bienestar, tanto para nosotros como para lo más importante de nuestras vidas; por eso y porque somos el espejo en el que se miran y un ejemplo para ellos, dejemos a nuestros hijos e hijas que elijan, que algo tan maravilloso como el deporte no se convierta en una obligación ni una necesidad de agradarnos.
El deporte es juego, el deporte es vida.
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