NO lo has conseguido…y ahora ¿qué?

Meses de preparación, duro entrenamiento y esfuerzo. Días de madrugar (casi trasnochar) o salir a entrenar cuando has acostado a toda la familia; de pasar frío, mojarte,…horas y horas de rodajes, cuestas, series, trabajo de fuerza.

Para que todo ese esfuerzo, pero, especialmente, toda esa ilusión, se desvanezcan en cuestión de minutos, de unos miserables minutos. Un mal día, los nervios, unas expectativas demasiado optimistas, mala suerte, una lesión, la suma de varios de estos factores…todo perdido de un plumazo.

En un instante.

Pasan los días, pero todo te da igual, nada te consuela ni anima. Sientes un vacío y no quieres ni oír hablar de apuntarte a una carrera o de entrenar para un objetivo. Ni siquiera quieres ponerte la ropa de deporte y salir a hacer unos kms para despejarte.

Es importante no perder la perspectiva y tener claro que no siempre vamos a bajar tiempos ni saldrán los objetivos como esperamos. Debemos aceptar y asumir, cuando las cosas no salen bien, que lo que nos ha pasado, lo que hemos vivido, es parte del proceso y que saldremos o al menos deberíamos salir reforzados de la experiencia.

Un amigo me recordó el otro día una frase: “a veces no se gana, a veces se pierde, pero siempre se aprende”

Debes “perdonarte” no haber podido hacerlo, no bajar los brazos y buscar tu punto débil para reforzarlo. El fracaso y la frustración vienen por no dejar que persista en el tiempo esa mejoría que hemos alcanzado, ese peldaño que hemos subido. Por no admitir que hemos crecido.

Ya habrá un más adelante.

No tiene nada de malo que, sin dejar de ser atletas populares, queramos superarnos y dar lo mejor de nosotros mismos. Disfruta el que sale a correr un rato con amigos, el que hace las carreras sin importarle el tiempo ni el ritmo, pero también quien quiere marcarse un objetivo ambicioso. Cualquiera de los casos es totalmente respetable y no debemos olvidar qué es lo que queremos y lo que nos mueve porque ESO es lo que nos va a hacer disfrutar.

Hace varios años empecé a entrenar con el objetivo de hacer en maratón la mejor marca que tuviera en mis piernas. Estando de vacaciones me levantaba muy temprano para entrenar, ya de vuelta a la rutina laboral exprimía el tiempo que me quedaba, me cuidaba,… tenía ilusión, estaba “enchufado” como solemos decir.

Me veía fuerte y motivado.

Llegó el gran día, estaba fino, muy fino, pero 7º de temperatura, lluvia y viento echaron al traste ese objetivo por el que me había estado preparando más de 3 meses, mi cuerpo no entraba en calor y me bloqueé muscularmente y me retiré en el km 25.

Estuve dos meses sin ponerme unas zapas, demasiado tiempo. Empecé a correr de nuevo, pero tampoco con especial motivación, hasta que un día algo hizo click en mi cabeza y me puse las pilas; ya tenía un objetivo de nuevo, ya quería ir a por él, pero la experiencia vivida me enseñó a tomarme las cosas de otra manera, a relativizar y priorizar.

Entrené duro de nuevo, “me dejé los cuernos”, pero no tenía esa ansiedad que me había dado cuenta que había sufrido en la anterior preparación.

Mientras entrenaba visualizaba la carrera (quién no lo hace), pero de otra manera, con la ilusión de que saliera bien, no con la presión por si salía mal.

Los días previos tuve nervios, dudas y dolores fantasma (¡como tiene que ser!)

Esta cara tenía a falta de 300 metros

Y ésta al entrar en meta.

Esta vez, se cumplió mi sueño, podría haber pasado algo y no conseguirlo, pero sé que me lo habría tomado de otra manera.

#QueTusExcusasNoTeAlcancen…CORRE!!!

Comentar